Vida

¿Quién no necesita de la paciencia?
Aquel que vive la ciencia desde la conciencia.
Aquel que comprende la sinrazón de la impaciencia.
Aquel que contempla el tiempo como medida, no como ritmo.

Con estos preliminares, salgo a la calle... ¡está lloviendo!

No voy a resbalar porque esté el suelo mojado. Si llego a caer, me levantaré y aunque no sonreiré por la caída, tampoco cejaré en mi empeño de caminar. Un camino que, desde hace algún tiempo, vivo la sensación que no es sólo hacia mi mismo, pues en el sendero hay muchos peregrinos, y cuando por alguna razón casual o causal (no creo en la casualidad) entablas conversación con alguno, vives en esos instantes una realidad prematura, pero presente en cielo y tierra y es que no hay otros mundos, todos están aquí, presentes en cada cual, en lo que hacemos y somos, en lo que seremos...

Encuentras quien habla de ellos a través de las artes; pintura, música, poesía, narrativa, pero también el viticultor o el ganadero... La creatividad no requiere experiencia, pero si vocación. Princesas, monjas, mendigos... todos laudables caminantes, sincera expresión de lo que sienten y son; otros complejos, llenos de bolsitas de mucho lastre que esperan, desean, necesitan que un nubarrón lleno de agua aparezca para limpiar sus decadencias. Desagrado y complacencia. Extremos que no son dudas pero si extremos.

Caminando cambia el paisaje... Llegan las nubes, incluso las tormentas, pero, ¡qué gracia de mundo tenemos! pues al fin aparece reluciente el astro rey. No es paciencia o impaciencia entonces; quizás es talante, ese que tenemos a fondo perdido llamado eternidad.

Que así sea para todos y cada uno de esos caminantes del, a veces, angosto sendero. Que el clamor de mil batallas sin vencedor, nunca sea óbice o razón para no seguir el camino del vivir...

Emig

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