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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Metáfora Alejandrina




Un antiguo papiro encontró y sin temor leyó. Lo curioso ya pasó, lo interesante volvió. Apareció rezumbando una destelleante luz semejante a una aurora perfumada; sintió deseos de acariciar el perfume del primer pergamino, sabiendo que el perfume es la excusa para rozar el viento que lo infunde. Saluda al tiempo y acompasa una sonrisa de agradecimiento. Afuera son sólo versos tenues de alegría, parecido esto al comienzo de una obra clásica musical que en breve reverberará toda la sala y aparecerá la fuerza de una costumbre olvidada quizás: amistad al primer contacto.
Unas letras que no debería entender porque forman parte de un lenguaje olvidado; mas los ojos leen, la mente se enciende y el corazón entona su propio susurro. Enardecidos estímulos de lectura acompasan la nueva brisa que se palpa por doquier: de nuevo vive la sensación de que todos en el planeta somos hermanos, viviendo el privilegio de sentir tamaña oportunidad de sonreír al sentir que vislumbra el papiro, pero conoce el sentido de sus palabras cuando se adentra y encuentra que hay más y más: una verdadera biblioteca de placeres humanos y divinos.
Lo sutil se torna dulzura y la dulzura agradecimiento. —Me gusta este nuevo movimiento, —se dice. Sorprendido se recuesta así mismo, se mueve una y otra vez como queriendo confirmar que no es otro sueño. Está dentro de la sublime expresión del conocimiento que sólo llevan algunos seres en la mirada. Un bastión que pocos se atreven a mirar de frente donde la pureza de lo eterno es símbolo de utopía. Habitaciones que forman una sola forma de expresión, estanterías que adormecen a quienes las hollan por curiosidad, pero despiertan a quienes sin ser Quijotes de nada nunca han dejado de observar y apreciar lo silente. Así encuentra el visitante de Alejandría lo que ha sido, es y será la sempiterna belleza hablada por sí misma, que entiende de la proyección porque habita en el horizonte.
Un canto a la hermosura, al ser y estar, a la libertad de expresión que habita en los corazones amorosos que saben que dar es recibir; que no existe regalar cuando el tiempo aparece fugaz; no siempre, no todos pueden entrar en un cosmos donde lo desconocido es amigo, donde lo conocido es compañía, donde ninguna distancia adormece el sueño que mece a los soñadores, imaginarios voladores que aprenden vuelos sinuosos, alturas de transparencia, destellos de comunicación que apuntan en humildes laureles guarnecidos bajo la bóveda de su biblioteca estelar.
El proyecto cósmico continua.

Emig, dedicando palabras de agradecimiento a Alejandría



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