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domingo, 13 de enero de 2013

"Los vientos no son hacia donde uno se dirige sino hacia donde va"

Hablar de vientos es también asumir tempestades... hay vidas que necesitan de tempestades para darse cuenta, tras la tormenta, de que lo que quedó es justamente lo que es una realidad sin maquillajes ni ataduras. Los vientos son libres y nos guían a veces a la fuerza por donde tenemos que ir; unas veces impulsan nuestro paso, otras lo frenan incluso confunden.
Solamente los vientos son entendidos cuando quien camina sabe adonde va. Éste caminante, flagelado por el paso del tiempo y las experiencias vividas, descubre dentro de sí un camino que le conduce hacia la morada donde anida su más pura esencia, el Alma.
Hacia donde nos dirigimos a veces no debe confundir hacia donde vamos, que es justamente el compromiso que asumimos cada vez que nacemos. Llamamos vida a la vida; mas muchos mueren como uno más, sin abrir los ojos y aceptar que lo humano es viento y lo divino energías vivas pero silentes, creadoras, impolutas que no forman parte de ningún pensamiento... el que piensa está muerto.
La tranquilidad es un mar sin fondo que no tiene agua sino inmensa profundidad. Procede del Alma serena y no es un vigor temporal sino conciencia. La conciencia envuelve con su manto al caminante, al enamorado, al alquimista, al viajero, al humilde...
Adonde vamos todos no se mide con palabras ni circunstancias fútiles, adonde vamos es un clamor silencioso que se cierne cuando la mente no piensa, y amanece como una aurora que comienza a despertar. Y el despertar es también un canto, el comienzo de una sinfonía que amanece y crece porque se sembró en el corazón. No es la mente el campo de siembra sino el corazón. El viajero experimentado y lacerado de tantos infortunios ha aprendido a salir de lo vulgar, ha comprendido que dormía y pide despertar, creando presentes que sabe que valdrán para los mañanas venideros.
Suena una sirena, son los bomberos, pero el que camina dentro de uno no se permite agasajar por lo externo fácilmente. Lo sabe llevar como el que observa y siente que la intención de paz es ya una palabra que viene del cielo y la pone en la tierra.
La fuerza motriz de los vientos pendulares, las fuerzas que se combinan creando formas dispares llegado un momento no son reales; y no lo son porque nos dirigimos a ellas y con ellas pero por fin comprobamos que no llevan a ningún puerto, son el bucle del que no sabemos salir. El puerto del caminante está en el horizonte donde otros vientos acompañan hacia adonde va su camino, el que decide desde el corazón sembrado de perfumes silentes, frondosos para quien sabe oler, musicales para quien sabe escuchar, versos para quien sabe leer...

Y todo ello ocurrió sentado con alguien en un banco...
No pasé por casualidad. Me dejé llevar y encontré a la niña siendo yo niño; es lo primero que se aprecia cuando alguien te habla desde dentro. Surge la comunicación y una letra de canción sigue

"No te conozco, no me conoces,
sentados estamos, hablemos pues.
Mundo infantil que no pregunta de pasados,
mundo de ingenuidad que vive de la verdad.
Que todavía no conoce los fuertes vientos
y por eso sueña y cree en los adentros...

Dos sentados en el banco sienten despertar
porque en vez de pensar están vivos en su presente.
¿Eligieron ellos el presente o el presente a ellos?
¿Confluencia de vientos o corazones?
Pero son tan infantiles que no se preguntan,
prefieren crear su fantasía, la que permite el nuevo ahora.

Dadivosos acompañantes; ambos dan
ambos se dan, y al darse sienten que un poco se encuentran.
Sonríen y el viento se torna caricia,
hablan y el viento parece perfume.
Parecen niños jugando,
pero lo que hacen no es jugar sino vivir el momento.

Ninguno se dirigió al banco porque sí;
ambos encontraron en el banco un nuevo paso hacia donde van"
Emig



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