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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mensaje en una botella










A veces un paseo por la playa regala sorpresas.
En esta ocasión una botella verdosa, de cristal duro, cerrada completamente. Con asombro pude ver un mensaje:


"No soy producto de ningún naufragio ni tampoco superviviente d
e ningún accidente. No. Soy alguien que decidió hace bastante vivir cerca de la naturaleza en su totalidad y así, sentirme y estar lejos de todo aquello que la humanidad ha creado como sociedad y yo, finalmente, no he comprendido como entiendo la vida.

Llegué a hacerme muchas preguntas antes de decidir venir a esta inhóspita isla. A sufrir por no entender cómo no vemos los seres humanos más allá de nuestro propio egoísmo. De pensar y repensar en todo lo que hemos dejado atrás por no vivir acordes a lo natural, convirtiendo la forma de vida, cada vez más, en antinatural y sin ver la necesidad perentoria de cambio.
Aquí, en esta isla, no sé lo que duraré, pero mi mente y mi alma están tranquilas. El motivo de desaparecer no ha sido el sufrimiento vivido, sino la convicción llevada hasta el límite de echar la toalla por infinitas razones, irracionales para muchos pero no para mí. Me he preguntado cada día cómo podemos llamar vida al incesante sufrir de muchas personas que llamamos del “tercer mundo”. Más aún, cómo no nos damos cuenta de que la propia marcha aceptada “democráticamente” nos está sumiendo en la mayor de las ignorancias. Cómo no vemos la señal de alarma desde esta globalidad que somos todos, disfrazada de interminables formas que distan de lo natural, siempre viviendo inmersos en una desigualdad propiciada desde el principio de los tiempos y hoy en día ensombrecida con otros nombres.

He lamentado ver como las masas son conducidas hacia derroteros inservibles pero vividos desde el pleno convencimiento de que forman parte de la sociedad. He entendido la sumisión hacia eso llamado economía como una de las causas mayores del desagravio general, y he llegado a no entender lo fácil que resulta pensar como quieren y no darnos cuenta de ello. Suponía que la humanidad buscaba la felicidad, y, sin embargo, la sociedad está rompiendo todos los moldes donde la Naturaleza nos proporciona una base de esa felicidad desde el equilibrio. El bienestar tiene precio y de esto no nos damos cuenta porque quizás siempre lo ha tenido.

La Naturaleza es un grandísimo ejemplo de cómo vivir; pero no vivimos desde lo natural porque necesitamos la sujeción de nuestras normas, las cuales, unas son mitos provenientes de muy lejanos tiempos, otras son respuesta parcheada de una cultura que, desde su inicio, ha extendido la idea de que nadie somos iguales ni tenemos los mismos derechos, porque esta es la realidad cotidiana para la mayor parte de la humanidad, y lo que se aprende en los llamados países civilizados es entender las diferencias y luchar por valores y creencias generadas a partir de la competencia y separatividad.
No he encontrado en mi caminar sectores libres de verdad donde el humanismo sea la primordial característica, y sí he visto muy de cerca, en lo cotidiano, las vicisitudes propias de una decadencia educacional, donde el resultado de los múltiples sufragios no encauzan las mentes de los hombres hacia su propio entendimiento, sino que llenan de temores y arraigos de falsedad, fundamentados lentamente desde todos los medios.

En el llamado primer mundo tenemos más de lo que podremos disfrutar, pero la felicidad no la conocemos ni de lejos, porque la estabilidad no está en el artificio, a veces complejo, sino en lo sencillo... pero esto no mueve dinero. Nos han enseñado a "disfrutar" pero han puesto muchas condiciones para ello, pues algo me dice que los derroches son forma de desprecio hacia el que no tiene. Nos han enseñado a vivir, pero nos han colocado en un gran barco en donde habita la necesidad más allá de lo verdaderamente necesario, donde desear lo que no se tiene se ha convertido en la utópica felicidad, y para no sentir inanicción hay que estar “haciendo algo” pero dentro del barco y sus escaparates. Han cambiado el espejo por el espejismo, así, nunca vemos lo que hay, sino lo que queremos que haya. Quizás hemos olvidado la pequeñez del barco comparándolo con la inmensidad del Océano...

Los distintos gobiernos hacen la guerra sin preguntarnos, y el tiempo milenario demuestra que siempre hemos aceptado sin cuestionar el precio de las vidas cuyo “trabajo” es matar o morir. No vamos a la par de la Naturaleza, y ello nos genera muchos problemas que parcheamos con medicación de todo tipo, soluciones que no lo son, más aún cuando lo endeble del sistema surge desde la corruptela, que nos atañe a corto plazo, y largo plazo será una terrible herencia para los futuros habitantes de la Tierra; y muchas mentes, en vez de resueltas, parecen más torbellinos sin control por la misma forma de vida, la cual elegida con los ojos cerrados del corazón. Hemos cambiado el mundo de las hadas por los trasgos, la resplandeciente aura de un deva por la pegajosidad de un troll...

Aquí, en esta isla, me traje todo lo que pude para seguir viviendo. Alguien me dejó con una pequeña barca, que son mis pies en el agua. He preferido la soledad como silencioso medio para entenderme. Mi decisión todavía no me ha hecho sentir solo. Estoy descubriendo que tanta naturaleza como tanto silencio, hacen que esté lejos de entender la forma de vida de donde vengo. Yo no necesito ver deportes cuando en realidad son una forma más de negocio para unos pocos. Tampoco las ofertas o ninguna fecha conmemorativa me mueve a hacer lo que realmente no quiero. No necesito pasatiempos cuando encuentro en el sosiego la mayor plenitud y vivo la mejor de las sensaciones que es saber lo poco que necesito realmente para vivir..
."

Emig

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