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sábado, 17 de noviembre de 2012

LA CRISIS MUNDIAL NOS AFECTA A TODOS

 Hoy los individuos de todas partes somos conscientes de que el antiguo orden, las antiguas culturas y civilizaciones están desapareciendo con rapidez, y universalmente claman por lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo? En todas partes se debieran sentar bases para un nuevo orden de convivencia y de justicia social. Un grupo mundial nos está manejando como marionetas y su sistema da pie a los especuladores, creando esta gran crisis de grandes proporciones: sus causas deben de ser buscadas en muchos factores.
Los pensadores y servidores de la sociedad en general debemos aprender a concentrarnos en una conciencia que nos despierte del letargo en que estamos sumidos; este despertar avanzará progresivamente si nuestros pasos son a través de una visión global, desde lo más pequeño a lo más grande. Retrocediendo en la historia de la humanidad, otra cosa que debiéramos recordar es que el género humano ha ido constantemente adelante, pasando de un estado de ciega ignorancia a otro de preocupación inteligente por la vida en un creciente sentido de responsabilidad, y por eso ha salido a flote de los periodos de decadencia…
Los humanos hemos capeado muchos temporales, y sobrevivido a los retrocesos marcados en los distintos ciclos en que los imperios han estado en la cúspide donde las malditas guerras asolaron las naciones y continentes; es de la historia donde debiéramos de aprender para no repetirla.

Esta crisis mundial está relacionada con determinados cambios geológicos que se avecinan, como ya ha ocurrido en otros periodos planetarios, pero como somos cortos de memoria se nos olvidan las determinadas convulsiones ya ocurridas. El reino humano, henchido de soberbia y de egoísmo, ha alcanzado ahora un punto de tal potencia y de tan elevada actividad vibratoria en nuestra deshumanización, que ha sacudido los cimientos de los valores de respeto y dignidad sufriendo la acción-reacción. Esto precipita una crisis que no ha tenido ningún paralelo en la historia humana, y que es un reflejo de debilidad en las estructuras mundiales; por lo tanto, compete a la ciudadanía actuar de otra manera más coherente y desterrando los egoísmos, la codicia que nos ciega no viendo que la vida de los individuos no sólo es materia sino espíritu y dignidad.
Esta crisis mundial, con todo su horror y sufrimiento, debiera de ser un análisis para las futuras generaciones en los procesos evolutivos del porvenir; asistimos hoy a la muerte de una civilización o ciclo de las futuras razas: pero nos tienen encandilados con una verborrea demagógica que nos priva de pensar por nosotros mismos. La separación que se dio en la Atlántida entre dos grupos: uno expresando la fuerza del materialismo y el otro de energía diferente, aumentando gradualmente el antagonismo, que hasta el fin de la era atlante era tan amplia la línea de demarcación entre las dos facciones que separó a los individuos y los sumió en la gran crisis. ¿No está ocurriendo ahora lo mismo? ¿Acaso no estamos buscando remedios en este momento que son poco éticos? ¿Las pruebas a las que estamos sometidos en este momento son del cambio de mentalidad hacia otro tipo de convivencia y de aplomo? La sociedad grupal estamos sumergidos en un mar de egoísmos en los asuntos puramente materiales, mientras la parte más sutil, la espiritual no cotiza en la bolsa y ésta se desploma cada día. La intolerancia, el intenso orgullo se transforma en decadencia, dolor y sufrimiento, realidades en las que estamos viviendo en esta crisis. En cada uno de los cambios en el eje de la Tierra ha habido cataclismos.

José Tarrazó Durá

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