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lunes, 23 de marzo de 2009

Un trocito de amor


Y descubrió que no sabía lo que era el amor pero lo sentía como afinidad, quizás de la Verdad.

Intuía que éste no se puede medir ni tan siquiera con la mirada que todos ven; porque sentía ésta, muy adentro, tan profusa a veces, que parecía llenarlo todo del amor que sentía distinguir, como lo hace la cresta de la ola de las demás cuando bajan.

Sientes que pereces de júbilo, pero se atisba un renacimiento cuyo camino es umbral, que convierte los latidos en pasos sinuosos que emulan el placer del sentimiento, y te acercan más y más al interior que pocas veces atiendes, y agradeces la presencia de la magia encendida, sonriendo al contemplar que hoy no está escondida, y por unos minutos que no son del tiempo conocido, abarcas lo más parecido a un firmamento, y piensas que soñar es tan solo sendero ficticio, cuando al resoplar, la dulce sensación sigue entera, pues la pieza enferma se ha movido, haciendo del amor, hermano del insigne momento, sospechando la existencia de quien decide algo sublime, que no por ello siempre certero, pero hermoso más allá de lo fervoroso...

Se llama Reme, se llama Ana... no se llama nada, pero tiene nombre, y a veces aparece sonriendo, cual imaginación que no desea salvo la verdad de cada instante, y en ese espacio distante, reverberará su nombre; miras adentro y envuelve la paz, y aunque ella no venga o vuelva, ahora está su secreto conmigo, como sensación peregrina que descansa, cierra los ojos y embelesa el alma nunca dormida...


Emig

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domingo, 15 de marzo de 2009

La verdad


¿Qué esconde cada instante? ¿Lo descubrimos a la vez que nos descubrimos, o lo vivimos desde la siempre forma? ¿Plasmamos en cada paso el compromiso que desde el sigilo de nuestra alma hemos intuido alguna vez? ¿Somos conscientes de la necesidad imperiosa de cambio que vivimos?


El problema de la verdad es que no se proclama a sí misma como cualquier cosa que conocemos. El problema de la verdad es que es siempre la misma desde el principio de los tiempos, pero el ser humano, necesita que la verdad sea conveniente a su egoísmo, a sus necesidades particulares y que hable su propia jerga. La verdad tiene el mismo idioma para toda la humanidad, pero el ser humano, no la buscamos a través del lenguaje de la palabra, ni el lenguaje del pensamiento, ni el de la acción. Hemos olvidado el destello de intuición... Con estas tres formas de expresión hemos reinventado, argumentado desde la argucia, nuestra verdad, separada de lo que es, y por ende, separada de lo que somos...

Pero no es ningún problema de la verdad, y si un problema del ser humano al no reconocerla. A pesar del tiempo vivido como humanidad, a pesar, incluso, de lo que puede aprenderse en una vida, resulta que no andamos con ella ni tampoco hacia ella, porque no hemos aprendido a ver desde fuera nuestra artificial creación y reconocerla como tal. No tenemos la valentía de abrir los ojos, aunque ello requiera tener que cerrarlos primero, y en vez de sentir la divinidad que somos en esencia, elegimos lo efímero que dicta nuestra mente, fruto ella de todo lo que hemos creado, y en vez de ser creadores silentes, repetimos como loros nuestra verdad, la tan querida verdad que nos conduce a la perfidia encubierta por la ignorancia.

Quizás tocamos algunas teclas del amor, pero no entendemos su significado. Quizás entendemos que tenemos corazón, pero los latidos no son comprendidos. Quizás sabemos del silencio, pero no escuchamos su canto. Quizás recordamos que hay que seguir, pero no sabemos hacia dónde... Tampoco somos ninguna continuidad de conciencia cuando el punto de luz cambia de color como nuestra mente de pensamiento...

El camino es hacia el alma y desde el alma. Pero aquello que entendemos como conciencia no es fruto de ninguna paciencia del eterno decoro, cuyo ritmo natural es caricia del Universo. Hemos leído los Versos Áureos de Pitágoras con la mente; hemos visitado estaciones de sabiduría pero no hemos visto pasar ningún tren. Hemos quizás, entrado en algún vagón pero no hemos entendido lo vivido en él... Hemos presenciado algo del eterno saber, pero al no vivirlo desde la vivencia, ha caído en el olvido.

En definitiva, la verdad sigue estando ahí; pero somos nosotros quienes no la miramos de cerca, pues para verla, solamente la mirada del alma la contempla; sin embargo, decidimos continuar sin la humildad de reconocer que mejor empezar desde dentro que seguir... ¿hacia dónde? El abismo.

Emig

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