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miércoles, 18 de mayo de 2011

“Uno para todos, todos para uno”

Sin entrar a pormenorizar sobre la atribución de esta famosa frase, lo que sí es cierto es que todas y todos pensamos desde el convencimiento que esta corta y simple locución es una máxima muy carente en la sociedad que vivimos.
Sin profundizar ni analizar, solamente observando podemos concluir en que lo personal ha superado ampliamente lo colectivo. El ser más inteligente que habita en nuestro planeta no ha sabido reconocer y derrotar su mayor enemigo: el egoísmo. A partir de este hecho, la humanidad y las diferentes sociedades que han aparecido hasta la actual, se han caracterizado por la secuenciación del llamado despotismo ilustrado; reformas que se llevan a cabo sin contar con el pueblo; el lema del despotismo ilustrado es  “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
Y mientras todo esto ocurre las hormigas siguen su tarea evolutiva; éstas provienen de antepasados similares a una avispa a mediados del Cretáceo, hace entre 110 y 130 millones de años, diversificándose tras la expansión de las plantas con flor. Son uno de los grupos zoológicos de mayor éxito y en la actualidad están clasificadas más de 12.000 especies, con estimaciones que superan las 14.000, y con unas tendencias actuales que predicen un total de más de 21.000.
Son insectos eminentemente sociales, consideradas siempre como prototipo de laboriosidad y previsión. Se estima que hay entre mil billones y diez mil billones de hormigas viviendo sobre la Tierra. Se considera que su éxito en tantos entornos se debe a su organización social y a su capacidad para modificar hábitats, a su aprovechamiento de los recursos y a su capacidad de defensa. Sus sociedades se caracterizan por la división del trabajo, la comunicación entre individuos y la capacidad de resolver problemas complejos.
He aquí un claro ejemplo, muestra y manifestación de la Naturaleza que debería hacernos cuestionar muchas cosas ante uno mismo y la quimera de sociedad que hemos creado y seguimos manteniendo, lejos de parecernos a estos diminutos insectos cuya existencia y supervivencia se trabajan con afanoso orden. Recolectan su manutención cuando corresponde, y economizan la misma igualmente. Las numerosas colonias que forman los hormigueros están regidas hacia un mismo fin y desde la democracia para lo que nace cada hormiga. Una jerarquía que no pertenece a ninguna nación y sí a toda una especie que lucha si es necesario por la supervivencia, pero no desde el despotismo, la ironía, el engaño o la desmesura del egoísmo.
Vale la pena destacar de algunas especies de hormigas algo extraordinario: 
“¡Cosa extraña! Los granos y las semillas almacenados no germinan por lo regular a pesar de la humedad y tinieblas de la cueva. ¿Por qué sucede así? Nueva providencia. Las hormigas han previsto este posible evento, real y amenazador que sería capaz de deshacer toda su obra, y destruir su morada y provisiones y lo han evitado de una manera tan sabia como eficaz. ¿Qué es lo que han hecho? Si examinamos uno de los granos almacenados veremos que está roído por algunas partes del exterior con una raspadura muy visible… He aquí el secreto. El diminuto insecto sabe, o mejor parece saberlo, que hay un sitio preciso donde se encuentra la célula germinal: exterminándola, pues, habrá desaparecido el peligro y eso es lo que han hecho los ladinos mordiéndolo y ablandándolo con su saliva”. (A Dios por la ciencia, Jesús Simón S. J.)

Emig


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sábado, 14 de mayo de 2011

Luz


“Hay dos maneras de difundir la luz... ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja”. (Lin Yutang)

Actualmente ¿y quizás ha sido así siempre?, creamos y estamos rodeados de multitud de circunstancias y formas de pensamiento, culturas y creencias, hábitos trasnochados; y todo ello dentro de un sistema del que hablamos más desde la crítica y el desasosiego, además conscientes de que es una herramienta muy caduca, condicionada, polarizada en lo económico, trastocada por el egoísmo y poco o nada actual a las verdaderas necesidades tanto propias como sociales.
En la sociedad, hemos implementado la razón de la sinrazón. Y así nos va…, porque lo que sentimos, imaginamos incluso soñamos queda como un mundo aparte del que vivimos; nos hemos acostumbrado a vivir así y a eso le llamamos vida. ¿Hacemos de nuestra parte algo para cambiar esta situación que en realidad es la prisión de nuestra voluntad?

El llamado progresismo por algunos ha resultado ser la mejor argumentación de la propia decadencia. La rentabilidad ética es por doquier una necesidad cada vez más abrumadora. Lo personal llena nuestros espacios de vida y nos sentimos repletos de obligaciones pero faltos de aire puro. La dicotomía se plasma en nuestras vidas, somos pasto de la indecisión y vivimos sobre la marcha en vez de desde la reflexión.
¿Dónde anida la reflexión? Creo que sigue donde siempre y se llama luz. Esta luz la encuentro como resultado de la esencia que surge cuando, además de seres humanos, somos un alambique que aprende cada día más a destilar la propia esencia y vivir de acuerdo con ella.
Lo primigenio sea quizás lo que llamamos el siempre ahora. Encontrarlo es conquistar desde las pequeñas cosas cotidianas la propia coherencia y hacerla continuidad en nuestras vidas…

Observemos: ¿quiénes opinamos, por ejemplo, que en este país vivimos —sufrimos— políticamente una partitocracia? Hay quien dice que esto no es democracia… Una situación que influye en nuestro presente y devenir, ante la cual ¿qué hacemos? No hay mejor acción que la consecuencia de nuestra reflexión, aunque ello resulte un trabajo añadido a nuestra vida. ¿Prevenimos el incendio o directamente nos hacemos bomberos y llenamos nuestras casas de extintores?
Vivimos una coalición con las sombras siempre y cuando no trabajemos desde la luz y para la luz; es por ello que, si no podemos ser lámparas, seamos espejos que reflejen luz; pero para ello debemos estar delante de ella.

Emig


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