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viernes, 27 de julio de 2012

La falsa espiritualidad

La sabiduría divina es puramente ética, son fundamentales las normas de conducta humana y sus grandes ideas cuando no se llevan a la práctica son un fracaso: por lo tanto, todo atisbo de espiritualidad que no se practique con sencillez confunde a las personas. Dícese de la simonía: compra o venta deliberada de cosas espirituales. Esta es una cuestión que entra de lleno en la falsa espiritualidad.
Ya desde los albores de la humanidad, cuando se inventaron las determinadas religiones, los más avispados individuos rindieron culto a los dioses, ¿pero a qué precio? Con sacrificios humanos para infundir miedo a la población, y para tener sujetos a los individuos, para exprimirles con tributos y diezmos, para así llenar los graneros de los poderosos y estos que vivieran holgadamente, y mientras tanto los humildes estaban sujetos a la esclavitud y al menosprecio.
La sabiduría antigua nos dice que sólo hay una religión y que el germen de esta religión fue plantado en las almas de las cosas en el comienzo del mundo”. (Manly P. Hall) Por lo tanto el que las religiones se hayan tornado los guardianes de la espiritualidad es falso. Los que siguen toda clase de dogmatismos de los charlatanes de no importa qué doctrina, es que desconocen que dentro de cada individuo anida un Alma y que en su espíritu se desarrolla la bondad que no está sujeta al miedo, más bien cuando su conciencia se prolonga a través de los seres humanos es cuando se puede estar en comunicación con Dios y con la naturaleza, donde reside la magia y el esplendor de este átomo llamado Planeta y todos los habitantes que tienen su ser y estar.
Si nos diésemos cuenta de que la vida de los individuos es un movimiento, un río con tremenda fuerza, energía, empuje en acción, los seres humanos tendríamos otro concepto de la vida espiritual, en la misma sencillez y dinamismo de lo que somos, no nos harían falta las muletas de ningún charlatán que vende como baratijas las equivocadas pócimas de salvación.
 

Las mentiras especulativas que se imparten en ciertos círculos mal llamados espirituales, sean sectas de no importa qué orden, o en reuniones esotéricas, están falseando la sabiduría ética; esto no corresponde a nuestros días. Estos dogmas generan problemas acuciantes y entorpecen la evolución natural de los individuos necesitados de llenarse sólidamente del espíritu de sencillez y de alegría.
Ni los congresos, ni las reuniones de los que quieren sentar cátedra con sus dogmas resuelven nada en este mundo de la palabrería llamada espiritual: mientras estos idólatras que separan más que unen están haciendo más mal que bien, llamándose discípulos, ¿de qué? Creo que ha llegado el momento de hablar con claridad y poner a cada cosa su nombre: montar negocietes en nombre de la verdad personal es ridículo. Las sombras ocasionadas por la jerga repetitiva de palabras que otros han pronunciado a través de conferencias y libros, demuestra la poca creatividad e ingenio para el público en general.
“Existe el miedo a la muerte; el miedo a perder el trabajo, a la soledad; el miedo a no ser alguien; el miedo y la frustración de ser alguien, de llegar a ser famoso por varios medios, y el miedo a no llegar a serlo” (J. Krishnamurti) 
Nuestra libertad interior debe reflejarse con nuestros actos exteriores; si tenemos miedo, nosotros los individuos no somos libres, estamos fuertemente condicionados por la cultura que nos han inyectado, por el ambiente social y las religiones, por intereses creados, por conveniencias egoístas, por creer que poseemos la verdad, por el afán de protagonismo…
Pero considero que la espiritualidad se halla en la sencillez de lo cotidiano y no en las extravagancias, más bien en esa continuidad de conciencia que es trabajar, servir con humildad y esto solamente se consigue con sencillez pasando desapercibido entre los seres humanos.
Nos ha tocado vivir en una sociedad que está rota y fragmentada, en una constante lucha de grupos, los unos contra los otros, y mientras tanto la magia negra se vale de las debilidades de aquellos que practican la falsa espiritualidad. No hay nada que nos impida trabajar ni relacionarnos los unos con los otros, para erradicar las monstruosas guerras que dividen a los humanos por conceptos de ideologías trasnochadas que pertenecen al pasado de las formas cristalizadas.
Trabajar en la sociedad universitaria, compartiendo las ideas de una juventud ávida de nuevas formas de encarar sus vidas, pero siempre con el respeto que todo individuo tiene derecho a equivocarse, o de crecer con la nueva savia de ideas-forma para el progreso, tanto externo como interno.
Para muchos, hablar de disciplina les espanta; esta palabra, disciplina, significa por su raíz en latín “aprender”, pero hemos representado o interpretado mal su sentido dándole el significado de conformidad, obediencia, imitación, pero para aprender se necesita mucha atención, humildad y escuchar a nuestro interlocutor, cosa que no hacemos…
La vida de los seres humanos sólo observa al exterior, pero en el interior de cada cosa anida la vida de cada semilla que se desarrolla, con el gran árbol que antropológicamente nos ha dado todo lo que conocemos: interiorizar las secuencias de la Gran obra del ser humano y de la Madre Naturaleza nos hace crecer profundamente, y con ello podemos servir y amar todas las cosas.
El amor no es placer, el amor es bienaventuranza, algo enteramente distinto, ¿pero podemos amar con miedo? No…
Ver que existe una acción que no está enfrentada, que es total, completa; y vivir de esa manera es vivir la vida en profundidad, crecer con naturalidad y alegría, sin espectacularidades.
Nos pasamos la vida preguntando para que otro nos conteste nuestras dudas. ¿Pero qué hacemos nosotros para contestarnos? ¿Investigamos en lo más profundo de nosotros mismos? ¿Nos esforzamos en resolver nuestras pequeñas cosas?
Hay una solución, una solución total; el trabajo consciente, coherente con nuestros principios éticos, sin engañarnos a nosotros mismos ni a nadie, creando formas sencillas pero llenas de amor y transparencia, sin hipocresías ni disfraces. “Quien presume de virtudes de las que luego carece, no siendo noble y sincero, enseñará el plumero”.

José Tarrazó Durá 15.7.12
 
        
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