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martes, 27 de febrero de 2007

Chifla




Erase una vez un país que no era diferente a tantos otros, pero tenía algo que lo hacia especial, sus habitantes. Se llamaba Chifla y la población, todos ellos, se sentían muy identificados con su definición, los Chiflados. Resultaban ser una gente muy especial. Sabían lo que era vivir, como todos los demás habitantes de ese mundo, pero ellos, además de vivir la vida, disfrutaban de ella. Sabían innatamente que el valor de la misma no estaba fuera, pues lo externo es un decorado, que la misma historia ya da a entender que cambia en cada tiempo. Conscientes de ello, daban importancia al interior, donde anida la alegría, el humor, el sentimiento, las preguntas, los valores (o dones) que todos tenemos, la voluntad, la capacidad de hacer que cada día sea distinto, pues realmente así lo creían, sin dejarse llevar por los hábitos y costumbres creadas, sin hacer de la tradición un freno para su evolución, solo utilizada como arca para dejar a buen recaudo esa cultura adquirida, pero siempre cambiante y adaptada a las nuevas circunstancias que se iban aconteciendo. Tenían una máxima en su vida, que se definía claramente en todos sus actos y vivencias, la búsqueda de la piedra filosofal llamada felicidad. A esto, en otros lugares lo llamaron oro, que era la expresión más digna que encontraron para, sin saber, dar importancia a su existencia, creyendo que solo unos pocos llamados alquimistas tenían ese talento, convertir, transmutar cualquier metal en éste. Los Chiflados realmente no tenían alquimistas, ni oro, no existía mando ni ordeno, sino un orden natural que, reflejado en sus semblantes, manifestaba esa condición de amor en sus actos y de búsqueda en sus pensamientos y palabras. Ellos sabían que el mayor tesoro por descubrir está dentro y sus caminos no son sinuosos y estrechos, sino avenidas alegres y llenas de todo lo que es la vida, con lo que sabemos, lo que no y todo el conjunto de cosas que creamos, están ahí para que seamos quienes nos responsabilizamos de las mismas, conscientes de los errores, pero sabiendo que gracias a ellos aprendían. No existía el usted en su trato, pues este peculiar pueblo vivía como una unidad, basando sus relaciones en el respeto y la tolerancia, siendo y existiendo como iguales de condición. No existía el dar, pues esta palabra la sabían de otros pueblos, ellos siempre llamaban a esto compartir. Pues en realidad practicaban algo que solo allí se usa desde el principio de los tiempos. Dar y recibir = compartir. Les gustaba simplificar las definiciones, pues para ellos la simplificación era la síntesis de las cosas, la esencia y no hay que poner mas palabras cuando una es suficiente. ...Les llamaban locos, pero su locura no se extendió por todo, sino que un buen día decidieron unánimemente salir y diseminarse por todo el mundo conocido, por separado, para con sus experiencias adquiridas y conocimiento, poner luz en las calles del planeta, recordándose en cada momento de donde venían y cual era su misión, pues al tiempo de caminar, hubieron quienes se sintieron solos, pero recordando esto, recibían fuerzas de esa unidad que habían sido y eran realmente. Practicaban el servicio como forma de vida, sin apego, sin aparente cordura, en un mundo que parecía muy lejano al suyo en cuanto a costumbres y formas de pensamiento. Vislumbraron con sorpresa la vida de muchas personas llena de prejuicios, egoísmos y apariencias. Extrañaron el compartir pues veían que no estaba en las sociedades que iban conociendo. Todo era una búsqueda de ese oro que en cada país tenia un nombre. Observando que casi todo giraba en torno a el. Hasta lo espiritual estaba cercado, estructurado y adaptado a la comodidad de cada cual, desvirtuado. Sin embargo, en la medida que este pueblo, bajo su nueva forma de diseminación, entro en contacto mas profundamente con esas diferentes y cambiantes sociedades, tuvieron la sorpresa de coincidir con gente afín a su plan de vida, llenos de esa savia vital que se llama amor. Esto fue para los Chiflados como un premio a su propósito, pues encontraron que su misma chispa anidaba en otras personas, dándose cuenta ellos mismos que nadie esta exento de la felicidad y que solo, cada cual con sus actos, se hace participe de estar mas o menos cerca de ella. Vivieron la sorpresa que tras la incertidumbre encontraron y crearon pequeños núcleos. Estos, como pequeños puntos de luz, fueron siendo cada vez mas numerosos y pronto ya tenían nombre. Los llamados simpáticos se iban formando en todo el globo y mezclados Simpáticos con Chiflados, empezaron la ardua tarea química de transmutación en el mundo.

2 comentarios:

mussol7 dijo...

En realidad, parece sencillo. Pero para llegar a estar chiflado hay un largo camino, de darse cuenta de... Pero vale la pena.

Anónimo dijo...

Hola!!! Me uno a tu pensamiento, ojalá todos pudiéramos tener algo de chiflados, y disfrutar y aprovechar más la vida