viernes, 16 de febrero de 2007
La magia del movimiento o la verdadera magia
Continuo movimiento, creación... evolución. Esto es, para mi, en líneas generales lo que manifiesta y es la Vida.
Ir contra esto es vivir la inercia que sentimos muchas veces, apatía y descontento. Ir contra esto es pensar y querer entender con la razón, un ritmo, llamado Vida, que surge siempre del corazón.
Observo un niño o niña de dos o tres años y, veo en el esa vida manifiesta en cada acto. Tan solo sujeto al propio fluir de la conciencia, conjuntamente a todas aquellas impresiones externas que le llegan. Observa, ríe, llora... pero es él todo el tiempo, pues todavía no se ha perdido en la vorágine de la propia personalidad y las impresiones externas, las cuales, nos moldean y distorsionan la verdad del camino: nuestro camino.
Cada cual lleva implícito su camino. Buscarlo fuera es un error. También lo es el no querer caminar. Cuando se camina, en la sencillez de la cotidianeidad de la vida, aún trabajando, nos sentimos bien, porque trabajar no es algo separado de la propia existencia, sino una faceta más que, sin duda, nos ayuda a evolucionar.
Trabajamos en la forma pero, no somos sólo eso. ¿Qué hay que mirar y sentir dentro a ese pequeño bebé que todos hemos sido? Acaso quizá, cuando nos hacemos mayores, tememos manifestarnos tal cual naturalmente somos y, confundimos la capacidad de crear con la ilusión de la forma... siendo sólo coherentes con el exterior.
Si cada paso es propio, la vivencia será real y esta, formará parte de ese continuo movimiento, creación y evolución. Perder el querer aprender es olvidar para qué estamos aquí. Vivir con preguntas y de las respuestas es omitir a ese niño que todos fuimos alguna vez, no dejando pasar la luz del continuo fluir, cuya serena y eterna presencia, está junto a cada latido.
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