Momentos de cansancio, dando estos una sensación de penumbra en todo lo que piensas. El interior está, de nuevo, en silencio. Las fuerzas están situadas en algún lugar, pero no se atisba percibir ningún halo de energía que brille e indique movimiento. Hay silencio, pero no serenidad. Existen preguntas hasta del propio corazón. No hay envergadura en ellas, pero si profundidad, pues son el resultante de muchos años de vida y vigilia en el día, sobrellevando con alegría, sopesando con pena, cada momento, cada presente.
Esta vez no rozo las tinieblas. Tan sólo parecen habitar, allá a lo lejos, rodeadas de una niebla vespertina, gris azulada, sin brillo pero sin densidad. Están quietas, como esperando una llegada que nunca será un hecho... El caminante conoce mejor los pasos y, sólo titubea en su andar, pero no se deja llevar por esa inercia de locura, conocida, perversa...
Momentos de cansancio que no fluye la sonrisa. Son momentos en los que se duda si buscarla en alguna parte. Creyendo en su existencia, pero huyendo de esa letal trampa, cuando sólo es alegría exterior... ¿por qué angustia y desazón? ¿dónde está lo demás?... –¡Camina y lo verás! -suena con firmeza la Voz.
En momentos así, no importa el atavío ni el porte, tan solo la sensación... ¿cuál de todas es real? ¿puedo saber y pedir? ¿puedo pedir sin saber?... tan sólo escoger lo que sea... aunque sea pan para hoy, hambre para mañana... Esta vez la Voz no dice nada, pues sabe que, cuando el caminante dirige sus pasos en círculo, no hay entendimiento que la oiga.
Amanece y oscurece... ¿acaso siempre las mismas quimeras? Lágrimas en los ojos son la única expresión. ¡También es un gozo! pero es un pozo si no se alza la vista hacia la verdad y la razón del corazón.
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